Generalmente
este ave canta a la salida del sol y representa la abundancia.
En
los pueblos del Sur de España, ribereños del mar, si un gallo
cantaba antes de la medianoche, anunciaba un naufragio o que una
muchacha huía del hogar paterno.
En
el Norte y en el Centro, el canto del gallo presagiaba el triunfo o
la victoria.
Pero
si lo hacía en el interior de la casa, propiciaba un disgusto entre
marido y mujer, y en la puerta de la calle, era anuncio cierto que se
aproximaba una visita.
Su
canto a deshora era señal de cambio de tiempo, o de que se acercaban
las brujas. Para neutralizar sus malas artes, había que echar un
puñado de sal al fuego.
En
una superstición que se da en las montañas de Santander, una vez
cada cien años, los milanos ponen un huevo colorado. De él sale una
pájara mitad negra y mitad blanca, que vive 50 años justos. Al
morir, su descomposición produce un gusano que se va convirtiendo en
un gallo negro. Es el llamado “gallo de la muerte” tan nefasto
como maléfico.
Del
libro “Libro de oro de las supersticiones” de Mercedes Compte
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